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Discurso de Sergio Alcocer en la Presentación del Programa de
Actividades del Centenario de la Universidad Nacional

15 de octubre de 2009
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Estimados:
Dr. José Narro, Rector de la Universidad;
Dra. María Teresa Uriarte, Presidenta en turno de la Honorable Junta de Gobierno;
Lic. Norma Samaniego, Miembro del Patronato Universitario;
Miembros de la Comisión Universitaria de los Festejos del Centenario;
Integrantes de la Junta de Gobierno;
Señores ex Rectores
Directores de entidades y dependencias de la UNAM;
Universitarias y universitarios:

“Me la imagino así: un grupo de estudiantes de todas las edades sumadas en una sola, la edad de la plena aptitud intelectual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión y que, recurriendo a toda fuente de cultura, brote de donde brotare, con tal que la linfa sea pura y diáfana, se propusiera adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber”.

Con estas palabras, hace más de 99 años, el entonces ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Don Justo Sierra, se refería a la Universidad en el discurso pronunciado durante la ceremonia de su inauguración.

Con el establecimiento de la Universidad Nacional se logró transformar la “ausencia” en “presencia”. En efecto, la “ausencia” si bien poco prolongada, había sido motivada por intereses políticos. Durante el siglo XIX, los gobiernos liberales consideraron una “obligada muestra” de sus convicciones suprimir la Universidad, heredera de la Real y Pontificia, como para los conservadores reinstalarla era signo de lealtad a sus principios. Justo Sierra condenó a sus antecesores liberales, ya que según él, intentaron “mejorar destruyendo en lugar de transformar mejorando”. En el fondo, su reclamo era el no haber sustituido a la vetusta institución colonial, por una universidad nacional y eminentemente laica. Aun más, su lucha por la fundación de la Universidad Nacional implicó serios distanciamientos de sus principales compañeros políticos e intelectuales, ya fueran liberales o positivistas. Si bien la Universidad Nacional nació anacrónica, en cuanto limitada a estudios profesionales decimonónicos, la energía creadora de Sierra tenía una visión de futuro, del futuro de México.

Para que el proyecto de la Universidad Nacional se hiciera realidad, principalmente dos mexicanos de extraordinaria valía, el propio Justo Sierra y Ezequiel Chávez, lucharon a lo largo de ocho años. Al tener lugar la apertura del Consejo Superior de Educación Pública, el maestro Sierra, en su discurso del 13 de abril de 1902 expresó que se demandarían facultades al poder legislativo para establecer la Universidad Nacional que, de espaldas al tradicionalismo, sólo mirará “al porvenir” y que sería “el coronamiento de una grande obra de educación nacional”. Ocho años después, luego de ser propuesta en dos ocasiones más, en 1905 y en 1907, la iniciativa fue aprobada por el Congreso y promulgada como ley el 26 de mayo de 1910, después de haber presentado un programa integral respecto a la instrucción. En esta ocasión don Justo señaló: “El Estado tiene la alta misión política, administrativa y social: pero en esa misión misma hay límites, y si algo no puede ni debe estar a su alcance, es la enseñanza superior. La enseñanza más alta… no puede tener como no tiene la ciencia, otra ley que el método”. Se refería a que la nueva institución debería nacer plenamente autónoma y sin compromisos más que con el conocimiento mismo y con la búsqueda de la verdad.

El nuevo ordenamiento prescribió en su artículo 1º, que “Se instituye con el nombre de Universidad Nacional de México un cuerpo docente cuyo objeto primordial será realizar en sus elementos superiores la obra de educación nacional”.

En este sentido, afirmando su carácter nacional, en su discurso inaugural, Sierra afirmó: que la institución que se fundaba tenía como finalidad atender el bien de todos, a través de la formación de profesionales capaces que respondan a las demandas científicas del país, e identificar los orígenes y particularidades de todo el territorio nacional y de su diversa población. Así como, preparar a la élite intelectual del país, al tiempo de hacer llegar los beneficios de su quehacer a toda la sociedad.

En la ceremonia de inauguración, tras el discurso de don Justo Sierra, el presidente Porfirio Díaz hizo la declaratoria de inauguración, y acto seguido, Ezequiel A. Chávez, subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, leyó la lista de quienes recibieron el grado de doctores ex oficio y honoris causa. Hubo 20 discursos y después la comitiva se dirigió hacia el nuevo recinto universitario, donde se tomó protesta de ley al licenciado Joaquín Eguía Lis como primer rector de la Universidad Nacional de México. Apadrinaron el acto las universidades de Salamanca, París y de California en Berkeley. Así también, 20 de las principales universidades e instituciones educativas del mundo, estuvieron presentes.

En 1910 el país se enfrentaba a un sistema de educación elitista y limitado, donde la educación superior se reducía fundamentalmente a formar políticos más que investigadores y maestros. Todos los esfuerzos puestos en marcha hasta ese momento para llevar la escuela a la totalidad de los mexicanos habían fracasado. El índice de analfabetos alcanzaba a más de 70 % de la población, la situación de la educación primaria no era menos lamentable, ya que casi 75% de los niños en edad escolar no asistía a las aulas, principalmente porque la mayoría de la población era rural. Hay que mencionar que la esperanza de vida era de 29.5 años.

La Universidad Nacional se conformó con la Escuela Nacional Preparatoria, las escuelas nacionales de: Altos Estudios, Jurisprudencia, Medicina, Ingeniería, así como Bellas Artes, en lo que se refiere a la enseñanza de la arquitectura.

Desde su inauguración como Universidad Nacional de México, la nuestra ha sido el buque insignia de la flota de la cultura, la ciencia, las humanidades y las artes en el país. Se ha desenvuelto en relación estrecha con el desarrollo del país, ha extendido su presencia a prácticamente todas las actividades de la vida de México, desempeñando un papel definitivo en la construcción del país y en la conformación de su sistema de educación superior. Es el crisol donde se reproduce nuestra sociedad y en ella están representados y participan activamente todos los sectores sociales. Así también, de acuerdo con su misión primigenia ha sido paradigma cultural del país y por muchos años desempeñó la función de ministerio de cultura de México. Ha sido generosa como pocas: ha creado o promovido la creación de centros de enseñanza de distintos niveles, así como de sociedades culturales, técnicas y gremiales diversas. Probablemente, ninguna otra universidad haya tenido un papel tan protagónico para la educación y la cultura de su país como la UNAM.

Su vida académica está regida por cuerpos colegiados que le imprimen orden y flexibilidad. El personal docente y el alumnado gozan de absoluta libertad de cátedra y de pensamiento que enriquece, de manera única, la formación del estudiante, fundamentada en valores éticos y democráticos, donde los principios de equidad, respeto, tolerancia, laicidad y responsabilidad para con la sociedad adquieren un significado especial. Además, ofrece la gama más amplia de carreras en el país en todos los campos del conocimiento. Podemos afirmar que la formación de nuestros estudiantes es integral, ya que el alumno tiene a su alcance un bagaje amplísimo conformado por material bibliográfico y hemerográfico, telecomunicaciones, cómputo, enseñanza de idiomas, laboratorios, instalaciones deportivas y culturales, entre otros.

Asimismo, la UNAM es la institución pionera en la realización de investigación científica y humanística del país. Es aquí donde nace un verdadero sistema de investigación científica. La calidad y la profundidad de esta actividad la han colocado en una posición de liderazgo, reconocido tanto a nivel nacional como internacional. Se calcula que aquí se produce una tercera parte de toda la investigación e invenciones que se hacen en el país.

Todo el año, día tras día, la Universidad protagoniza una aventura estética e intelectual intensa, que sin exageraciones, podría describirse como un festival cultural permanente, y que se derrama por toda la ciudad de México y en varias entidades federativas: lo mismo en los recintos del Centro Cultural Universitario o en San Ildefonso, en el Museo Universitario de Ciencias y Artes, que en las Facultades de Estudios Superiores y en los planteles del Bachillerato en todos los puntos cardinales.

Ninguna otra universidad del país posee el aparato cultural de la UNAM. A guisa de ejemplo, la UNAM posee dos orquestas, una filarmónica y otra sinfónica; administra una estación de radio que ha sido durante más de medio siglo un baluarte imprescindible de la libertad de expresión; su canal de televisión es referente cultural; su filmoteca resguarda el acervo fílmico más cuantioso de América Latina; y sus espacios museográficos se distinguen por llevar la cultura a través de las más variadas manifestaciones.

La UNAM cuenta con un sistema bibliotecario con más de 6 millones de volúmenes. Así también a través de la Biblioteca Digital se puede acceder a diferentes recursos electrónicos como bases de datos, libros, revistas y tesis.

Ha sido una institución que se ha caracterizado por su capacidad para utilizar y desarrollar las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información y comunicación para la creación, reproducción y socialización del conocimiento. Ha sido pionera en la incorporación de adelantos científicos y tecnológicos, como el cómputo; ahora, con una de las redes más grandes y complejas del país.

La Universidad tiene presencia en prácticamente todas las entidades federativas del país. Por medio de unidades académicas, centros regionales, o sedes de sus institutos, centros, escuelas y facultades, colabora y fortalece las capacidades locales para alimentar investigaciones y formar nuevos profesionales y científicos. Además cuenta con sedes en diversas ciudades del extranjero.

La UNAM también extiende sus funciones y beneficios hacia la sociedad en general. Comparte más de 450 planes de estudio con un poco más de 300 instituciones incorporadas. Es depositaria de instituciones nacionales como la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales, Observatorio Nacional, Servicio Sismológico Nacional, el Herbario Nacional, varias colecciones biológicas nacionales y cuatro reservas naturales.

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Hoy en día, como lo fue hace 99 años, la UNAM es la máxima casa de estudios del país y la de más prestigio y reconocimiento en América Latina. Es el buque insignia. La institución goza, como pocas otras instituciones en el país, de un gran reconocimiento social. Son muchos los premios y distinciones que le han sido concedidos a ella, a sus alumnos, a sus académicos y a sus trabajadores administrativos.

Los más connotados profesionales de todas las ramas del saber científico y social, los más notables creadores de arte, los más sólidos investigadores, humanistas, profesores, profesionistas y empresarios egresados de esta institución, son quienes la refrendan como la Universidad Nacional Autónoma de México.

La celebración del centenario es la ocasión propicia para revisar la historia de la UNAM, del papel que ha tenido en la formación del México actual y, los aportes de sus egresados, de la influencia directa de esta casa de estudios en los campos científico, tecnológico, humanista, social y artístico. La Universidad Nacional ha hecho historia. Como lo anotó el gran filósofo José Ortega y Gasset: “La historia no la hace un hombre, por grande que sea. La historia no es un soneto ni es un solitario. La historia es hecha por muchos: por grupos humanos pertrechados para ello”. Pero añade que es necesario renovarse, tarea que es responsabilidad de cada generación que va creando historia, gracias al espíritu o modalidad de la mente humana, misma que crea ideas y valores originales y auténticos.

Sierra nos marcó para mirar “al porvenir”; Ortega y Gasset nos recuerda que debemos renovarnos.

Es por ello que el centenario ofrece la oportunidad para reflexionar sobre sus retos y su papel en el desarrollo del país. Nadie puede cuestionar su grave pertinencia para el futuro de México. ¿Cómo no estar de acuerdo en que la UNAM mira al futuro de México a través del estudio de las implicaciones éticas de la pobreza y la desigualdad, o bien mediante el estudio de la materia y el espacio, así como a través de recomendaciones para proteger nuestra biodiversidad, o bien, desarrollando sistemas de justicia más equitativos y expeditos, o explicaciones sobre la participación política y nuevos sistemas de gobierno, o nuevas modalidades de desarrollo económico que se traduzcan en un verdadero desarrollo humano? ¿Cómo no estar de acuerdo cuando se establecen nuevas reglas para los negocios internacionales, o se fortalece la seguridad social, o cuando nos preparamos para atender la salud de una población que envejece, o proponemos nuevos esquemas reproductivos de animales para alimentación de nuestra población, o desarrollamos modalidades innovadoras y originales para la nueva infraestructura, así como para la rehabilitación de la existente? ¿Cómo no coincidir con los desarrollos de nuevas sustancias y materiales para aplicaciones varias, o con estrategias para la prevención y mitigación de adicciones, o con la implantación de soluciones urbanas sostenibles, o con la expresión del espíritu en todas sus manifestaciones artísticas? ¿Cómo no reconocer los planteamientos sobre gobernanza y financiamiento del agua en México, las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, así como sistemas innovadores de energías renovables y limpias?

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Es la educación la clave del futuro, es la UNAM clave para el futuro de México. Es ésta la universidad nacional de este gran país, es la Universidad de México. Muchas gracias.

 

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